domingo, 7 de junio de 2009
Descontento conmigo mismo.
El día de ayer al igual que cada sábado tengo la oportunidad de trabajar con jóvenes dentro de mi iglesia junto con un equipo de trabajo con el que contamos, preparamos actividades que puedan ser atractivas para los jóvenes, pero al mismo tiempo que tengan un gran contenido espiritual y les den herramientas practicas para poder vivir una vida conforme al corazón de Dios allá afuera.
La actividad realizada esta semana fue excelente, una actividad dinámica en la que los jóvenes no dejaron de divertirse, tuvimos bastantes jóvenes nuevos que no son creyentes que fueron atraídos por saber que era lo que a los cristianos nos hace personas diferentes, y sin duda alguna todo estaba preparado en perfecto orden para que la actividad fuera una de las mejores que hemos tenido.
Como comente todo salió a la perfección, o cuando menos eso creía hasta el momento en el cual compartí el mensaje de esa tarde al cual titule “Militando para Cristo”, al momento de pararme al frente me paso algo extraño ya que no me sentía listo para compartir el mensaje, a pesar de que estoy acostumbrado a compartir mensajes y estructurarlos de una manera clara, preparándolos para que puedan ser entendibles para los oyentes.
Pero este mensaje, aunque la revelación que Dios me había dado de su palabra era excelente, no pude expresar nada de lo que quería, al grado que termine diciendo algo muy diferente a lo que había preparado que sabía que Dios me había dado. Esto me hizo sentir algo descontento conmigo mismo.
Al final del mensaje le comente a uno de los jóvenes que estuvo trabajando conmigo para preparar la actividad que me sentía descontento con el desempeño que había tenido y me comento: “¿no será que tal vez Dios quería hablar algo diferente y te movió a decir lo que él quería?”, al escucharlo pensé que era cierto, pero la realidad es que yo sé que no di mi 100%.
Algo que me pasa frecuentemente es que al terminar de compartir algún mensaje o ministrar en la alabanza termino exhausto ya que di todo para servir a Dios, pero en esta ocasión fue como si no hubiera dado nada, como si simplemente me hubiera parado al frente sin poder conectar mi mente con el corazón de Dios permitiendo que él hablara y yo solo fuera el instrumento que él usara en ese momento.
La verdad es que no me prepare lo suficiente debido a distintas situaciones como un poco de falta de tiempo entre otras cosas y creí que tal vez todo saldría bien compartiendo este mensaje que prepare con poco tiempo.
Una lección que me deja como me sentí conmigo mismo es el hecho de que Dios es el que hace la obra y no es nuestra capacidad o nuestra fuerza los factores que permiten que las cosas salgan bien, sino que es su espíritu, pero el utiliza a instrumentos dispuestos a buscarle, dispuestos a darlo todo por él y en esta ocasión creo que confié en mi mismo, en mi propia capacidad y en mis propias fuerzas.
Un deseo que siempre he querido, buscándolo para mi vida y seguiré buscando es decir como decía el salmista
"En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza. Sal 17:15"
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