Imagina que la final de la copa del mundo de futbol se esta sucintando en este momento, los dos equipos se encuentran luchando al limite, ya avanzado el partido en su segundo tiempo extra, el marcador no favorece a ninguno de los dos rivales, sino al contrario, pese a los esfuerzos de ambos equipos no se a logrado anotar ningún tanto, pareciera que un solo gol determinaría quien es el campeón, quien se queda con la gloria y quien regresa a su casa sabiendo que pudieron tener en sus manos el tan preciado trofeo. Sin duda para los jugadores en ese momento lo único que importa es ganar.
Dentro de la "iglesia cristiana" actualmente sucede algo similar, estamos viviendo una encarnizada competencia por ver quien es el que se lleva la "gloria", quien tiene la iglesia más grande, quien realiza el evento con mayores asistentes, quien tiene más poder económico, quien a traído al artista de mayor reconocimiento dentro del "medio cristiano", etc.
Pareciera que cada vez más hemos perdido el enfoque de quien es el que llena los estadios, aquel que produce el fruto y quien trae el crecimiento dentro de nuestras vidas y nuestras congregaciones.
Dentro de mi vida he tenido la oportunidad de participar en la organización de varios eventos cristianos, desde aquellos en los cuales hay diez asistentes, con una baja infraestructura y organización, hasta aquellos en los que hay cientos o miles de asistentes y con una gran producción, pero vez tras vez me he dado cuenta de algo:
Si algo se hace para Dios, no importan los "resultados" que nosotros esperamos, sino los que Dios quiera producir por medio de lo que estamos realizando.
En una ocasión platicando con alguien referente a este tema recuerdo que me dijo: "claro que importan los resultados y cuanta gente va a los eventos, no es lo mismo que le prediques a diez personas a que le prediques a cien, el mensaje esta llegando a más personas".
Esta declaración en cierta manera tiene algo de lógica y verdad, ya que entre mayor cantidad haya de oyentes más personas escucharan el mensaje, pero dejamos de lado que lo que estamos llamados a hacer es predicar ya sea a una persona o a cientos, dejando los resultados a Dios.
Hace aproximadamente diez años recuerdo haber asistido a un concierto de Doris Machin dentro de mi ciudad, el auditorio en el que se realizo el evento estaba preparado para recibir a unas 1,200 personas aproximadamente y si no mal recuerdo creo que dentro del lugar no seriamos más de 300 personas las que asistimos, pero al momento de entrar Doris Machin a cantar hizo una declaración diciendo: "yo no vine a este lugar porque iba a haber muchas personas escuchándome, sino que vine a este lugar porque Dios me ha dado el enorme privilegio de servirle y si tu estas en este lugar no es casualidad sino que Él tiene un propósito especial para tu vida."
Creo que esta es la verdad que como lideres, congregaciones, organizadores de eventos, representantes artísticos, etc. deberíamos de comprender: No se trata de buscar fama o reconocimiento, se trata de hacer la obra de Dios, dejando que el actué como lo quiera hacer, ya sea haciendo reventar la bombonera o en una platica entre dos personas.
Cada vez que escucho cosas como, "el evento cristiano más grande", "el evento más importante", "el evento más reconocido" o cualquier otra expresión similar me da vergüenza saber que como lideres aun no hayamos entendido este principio tan básico.
No es tu obra, es la obra de Dios, no es tu resultado, es el resultado de Dios, solo que a Él le ha placido hacerte participe de sus maravillas, así que puedes hacer las cosas lo mejor posible ya que es su obra.
He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Ap 22:12
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