Es el momento justo después de la batalla cuando pareciera que todo ha sido un fracaso, es cuando volteamos y vemos los estragos dejados por la guerra, vemos los escombros que han quedado y cómo de un campo verde y fructífero ha quedado ahora un campo gris y desolado.
Dolor, hambre, tristeza, pestes, parecen ser el lenguaje del campo de batalla una vez que la misma ha concluido. ¡No hay esperanza! Pareciera escucharse a lo lejos como un sollozo, triste y desolado.
Mientras tanto como si fuera un susurro, un silbo apacible, se ve a lo lejos una flor intacta, la cual pareciera que nunca ha estado en ese campo, mostrando su belleza y esplendor en medio del ambiente gris y desolado.
Al verla los sentidos se conmueven y parece que el campo de batalla se ve diferente, ya no parece ser ese lugar donde no hay esperanza, sino que recobra su valor y se comienza a ver aquello que no es como si fuera.
Se levantan voces de alabanza diciendo “la batalla a concluido, tenemos la victoria”, se escuchan gritos de júbilo al frente, no hay mas desolación, no hay mas tristeza, la vida ha vuelto, la esperanza está ahí.
En muchas ocasiones nos hemos enfrentado a situaciones las cuales parecieran ser como este campo de batalla, ese lugar en el cual no vemos respuesta, pareciera que todo lo que existía se ha ido sin dejar rastro. Empezamos a ver las cosas como si hubieran cambiado de color y ahora fueran grises.
Recordemos la historia de Elías en 1ª de Reyes 19 cuando lo encontramos escondido en una cueva justo después de la batalla en la cual Dios lo uso grandemente, haciendo que descendiera fuego de Jehová sobre el altar que edifico, demostrando que el único Dios verdadero es Jehová y así matando después a los 450 profetas de Baal. Pero aun con estos grandes triunfos lo encontramos escondido en una cueva huyendo de Jezabel, pensando que no hay esperanza, viendo solamente el campo gris.
Pero es justo en ese momento cuando Dios aparece mostrándose detrás de un silbo apacible y delicado tal como lo muestra el pasaje a continuación:
“Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? 1Reyes 19:11-13”
Los problemas y situaciones que pasamos nos pueden llevar a sentirnos en ese campo gris y desolado, pero justo en ese momento es cuando Dios aparece y nos muestra que él es esa flor que trae nueva esperanza, que trae nuevos ánimos y que por medio de su presencia podemos hacer que aquello que no es sea.
“Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará. Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron. 1Reyes 19:15-18
Recuerda: no estás solo, levántate porque aun no ha terminado su obra contigo, aun serás usado por el Dios todo poderoso, aun hay esperanza, la batalla se ha ganado, tu eres parte del reino.
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