Estamos viviendo tiempos en los que “ser cristiano”
pudiera parecer que se ha convertido en una moda, hemos utilizado una gran
cantidad de medios y estrategias que han convertido a las congregaciones en
muchas ocasiones en clubes sociales, simples lugares a los cuales ir para
conocer amigos, motivarse, cumplir con esquemas y normas religiosas, etc. Y
cada vez hemos olvidado más cómo era la iglesia del principio, esta iglesia que
después de haber estado con Jesús y que Él fuera ascendido al cielo
probablemente tendrían muchas dudas en su mente y en su corazón en cuanto a
cómo serían las cosas, el que sucedería, solo bajo la promesa de que vendría a
ellos un Consolador, el Espíritu Santo, el cual estaría en ellos siempre y sería
el encargado de enseñarles todas las cosas. Pero que al recibir el PODER del
Espíritu Santo, trastornaron al mundo.
J.I. Parker dijo: “Nuestra tarea es presentar la fe
cristiana vestida con palabras modernas, no es propagar el pensamiento moderno
vestido con palabras cristianas. La confusión en cuanto a esto es fatal.”
Estamos en un momento crítico al enfrentarnos a un mundo
posmoderno, en el que se valoran las relaciones, la intelectualidad, la espiritualidad,
así como la ciencia, pero esto no debe convertirse en una amenaza para el
cristianismo, ya que Dios dio todas estas cosas a los hombres para que por
medio de ellas el hombre pudiera llegar a conocerle, aunque sea a tientas. Sin embargo se han tomado para
hacer crecer estructuras y estás estructuras se han utilizado para engrandecer
a los hombres.
Es tiempo de que analicemos de nuevo cual fue el esquema
de los primeros cristianos, cuáles eran sus constantes que los hacían
permanecer unidos siendo estimulados al amor y a las buenas obras, que hacía
que tuvieran todas las cosas en común, cual era ese mensaje que propagaban y se
extendía cómo pólvora a lo largo del mundo. Es tiempo que regresemos a estás
sendas antiguas, que volvamos a nuestro origen y podamos hacer camino recto para
nuestros pies.
Uno de mis sueños y anhelos más grandes es poder ver a la
iglesia cómo Dios la sueña, una iglesia que permanece en Cristo por medio de Su
palabra, constante en el amor, que entiende que la cabeza de la iglesia es
Jesucristo y es gobernada por el Espíritu Santo, una iglesia que manifiesta a
Cristo por medio de actos de amor y de servicio hacia la comunidad, una iglesia
que REFLEJA LA GLORIA DE DIOS.
Creo que esta iglesia no la conforma un grupo de
creyentes que se reúnen en alguna congregación, sino que esta es la iglesia
gloriosa de Jesucristo, conformada por verdaderos creyentes sellados por el
Espíritu Santo, estos de los cuales la creación misma gime a una esperando la
manifestación gloriosa de los hijos de Dios.
Muy buena reflexion, Marcos.
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