miércoles, 22 de agosto de 2012

LA MIEL Y EL PANAL.

Hace un par de días hice un comentario en Twitter y Facebook en el que escribí lo siguiente:

“¿Porque pareciera que en ocasiones esperamos que venga alguien famoso o con cierto reconocimiento para decirnos lo que ya sabemos y sorprendernos como si fuera algo nuevo? El consejo de Dios no cambia, aunque en ocasiones nosotros lo queramos hacer a nuestra forma.”

Este comentario causo diferentes tipos de respuestas, incluso algunas que me di cuenta que no permanecieron mucho tiempo, sino que comentaron para después arrepentirse y borrar el mismo, pero en especifico creo que hubo un comentario que dio justo en el clavo de lo que quería transmitir, el cual dice:

“Porque engrandecemos al hombre y no al mensaje, engrandecemos al hombre y no a Dios.”

Es cierto completamente, ponemos demasiada atención al hombre, pero olvidamos el mensaje y de quien proviene realmente que es Dios. Creo que además de que somos dependientes de los hombres, son pocos los cristianos que realmente leen su biblia en lo personal y buscan que Dios les enseñe las cosas, hemos optado por vivir y adaptarnos como creyentes un poco a una idea pos-moderna (hasta cierto grado porque esta palabra implica muchas cosas) en la que ya no importa nada más que nuestro presente, el como lo vivamos.

Ahora también hemos perdido la importancia del texto puro, cuando estudiamos algo y queremos entenderlo desde la perspectiva bíblica o de “el punto de vista de Dios”, lo normal es leer un libro comentado por alguien, escuchar un audio de una predicación o los mensajes en las congregaciones, y claro esto no tiene nada de malo, pero creo que olvidamos que la biblia no es de interpretación privada y Dios es quien habla por medio del Espíritu Santo, sin importar si es un predicador o si somos nosotros solos buscando a Dios, en mi opinión nos hemos hecho “flojos espirituales”, queremos que nos den leche, cuando ya somos capaces (en teoría, mínimo en los que llevan años de conocer a Dios) de comer por nuestra cuenta. Me recuerda lo que Pablo escribió a los corintios en su primera carta en el capitulo 3:

1 De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2 Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, 3 porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 4 Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? 5 ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. 6Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.

Creo que llega un momento en la vida del creyente en que no puede seguir siendo niño que pone su mirada en los hombres, sino tiene que avanzar a cierta madurez.

Hay un par de versículos en el libro de proverbios que desde mi perspectiva nos habla de este conocimiento de la verdad y como debe ser dulce a nuestra vida:

Come, hijo mío, de la miel, porque es buena, Y el panal es dulce a tu paladar. Así será a tu alma el conocimiento de la sabiduría; Si la hallares tendrás recompensa, Y al fin tu esperanza no será cortada. Proverbios 24:13-14

Creo que nosotros podemos disfrutar de la miel, un alimento que ha sido procesado y ha requerido trabajo el realizarla, y esta es buena, pero también tenemos que entender que el panal, la fuente en donde se crea esta miel, de donde procede la misma es dulce a nuestro paladar y es necesaria para nuestras vidas.

Como comente arriba es bueno leer libros, comentarios, escuchar mensajes de otras personas, siempre que digiramos este alimento de la manera correcta, es decir; con discernimiento. Pero no nos podemos conformar solo con eso, tenemos que buscar alimento de la fuente, tenemos que disfrutar de este panal de miel que es Su palabra, buscando el conocimiento de la sabiduría, con la cual tendremos recompensa y una esperanza que no será cortada jamás.

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